La distancia nada lo toca y todo lo destruye. La distancia no entiende de razones pero si de pretextos falaces, excusas no conducentes.
Lo distante y lo lejano.
Lo ajeno se torna propio cuando los sueños son permitidos. Nulos, ellos ciegan hasta al observador más intrépido, lo privan, lo reducen a la nada misma.
‘La distancia es la piedra de toque de los verdaderos afectos’ ilustró Lacordaire, con aires de certeza.
Yo quiero cercanía, ligereza. Instantaneidad, satisfacción, placer, dolor.
Lo quiero todo y obtengo nada. Me convenzo de que cuando realmente se quiere, la distancia y el tiempo no importan, lo que importa es cuánto estás dispuesto a soportar su ausencia para esperar su presencia.
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